Se apoyó en el muro y descansó un tanto de tanto andar por el camino sinuoso.
Suspiró y sintió que un muro de luz y de ángeles le rodeaba y se sintió protegida.
El miedo se alejó y pudo lograr apaciguar su alma.
Y muchos rostros la rodearon.
Y sintió frío y calor.
Aromas muy variadas la conmovieron.
La inundó el olor a la canela que cubría el plato de arroz con leche de su infancia.
La embriagó el inconfundible aroma de su valija del colegio con sus lápices de colores, la goma de "miga", los cuadernos y el olor a la tinta de su libro nuevo.
El aroma a glicinas del patio del Normal n*7 y junto a eso el perfume penetrante del frasco que a su hermana se le había estrellado en el piso de la habitación de soltera, todos esos recuerdos le impactaron el alma.
Y giraban los colores y se superponían las sensaciones, pero lo que más le perturbaba era el sinfin de rostros que giraban en su entorno.
De pronto, llegó la quietud y ella descansando en todo, logró la paz después de la tormenta.
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