Así como esta humilde planta se embellece con sus simples y bellas flores, en medio de la madrugada cargada de insomnio, cansada de deshojar margaritas y trabajando en mis recuerdos, surgió con fuerza una historia de amor y pasión.
Es una historia para imaginarla desde lo más sencillo de su escenario hasta lo más profundo y secreto de las entrañas de su primer actor.
Transcurre en Nápoles, frente al mar, rodeado de pescadores .
¡Y es verano en Nápoles!
Sobre la terraza, frente al océano de azul intenso, estaba dispuesto el piano.
Sobre el piano una rosa, que encerraba en si misma todo un mundo de secretos de amores.
El pidió que estuviera todo dispuesto para que ella, su joven estudiante y admiradora, pudiese recibir de él la más perfecta y sentida de las canciones.
Y así fue!
El cantó y su voz llenó el anochecer haciendo titilar aún más la estrellas verdaderas. Y hasta las pequeñas luces de las barcaza las imitaban transformando al mar y la playa en otro cielo.
El cantó y sus tonos murmuraban ternuras increíbles y luego ascendían demostrando toda su fogocidad entrampada en sus silencios llenos de tiempos.
El cantó y en su voz... se quebraban mil sollozos por lo que no había de ser vivido .
El cantó ejerciendo por última vez el desarrollo de su máxima virtud, para decirle a la joven apoyada en el piano, que él la amaba de tal forma que no quería ni siquiera ser amado.
El cantó y en su canto se notaba que con cada nota quería llenar todo el vacío que quedaría en poco tiempo más.
El cantó y luego calló.
Nunca más volvió a cantar.
Y dos días después durmió.
Ese fue el último canto que elevó Enrico Caruso, sobreponiéndose a la imposibilidad de hacerlo porque el cáncer de garganta ya había decidido a silenciarlo para siempre.
Pero él cantó para ella, su amada.
Pero él cantó para que ella supiera de la única forma que él podía hacerlo, que era amada como ninguna otra mujer podría soñarlo.
Y fue así que esa noche napolitana, recibió los ecos del mejor concierto, y el último, que Caruso dio en su vida como tenor.
La joven apoyada en el piano, sobre el cual aún se encontraba la flor que Enrico dejara, y los pescadores del pueblo, que se fueron reuniendo para oirle con admiración y respeto, fueron su público.
Esto fue en un verano, un 30 de julio de l921.
Enrico partió el 2 de Agosto de l921.
Y hoy en mi desvelo me ha visitado su recuerdo.
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