Linyera...se le decía a una especie de vagabundo pero que tenía, una historia, un estilo, un lugar en la escenografía del barrio.
El linyera , llevaba esa vida por elección...su vida no era impuesta como ahora por la desocupación, la enfermedad, el rechazo....No! el linyera había elegido esa vida hasta por filosofía, diría yo.
A corta edad, tendría yo no más de 5 años, cuando él apareció en mi vida.
Estábamos, como en quéllos años se podía y se solía hacer, todos los niños de la cuadra jugando en la vereda,cuando se armó el gran desparramo....
Al grito de :Cayorda, Cayorda...!!!! los niños huyeron despavoridos, cada cual para su casa.
Y allí quedé yo petrificada. No caí en lo que ocurría, cosa que aún me ocurre a menudo. Di vueltas para derecha y para izquierda...y allí....sentado en un humbral, se había acomodado un hombre.
Con pantalón y saco un tanto más grandes de lo que le correspondía a su talla, unos zapatones arrugados por delante que por eso tenían las puntas mirando hacia el cielo. sus manos redonditas como nidos de horneros, tal vez de tanto sujetar su bolsa,pensé yo.
Me fui acercando despacito, como lo hacía cuando tenía miedo o sospechaba que venía un coscorrón de mi madre; y le miré a la cara.
Su rostro estaba coronado por una melena clara, entre blanca y amarilla, llena de lindos nuditos que se la armaba como una corona por donde pasaba la luz. Si, a través de los largos años me doy cuenta que ese era el motivo por el cual su rostro tenía tanta luz a pesar de tanto pelo.
Su barba era muy pero muyyy larga.., se apoyaba en su cintura donde se asomaba un piolín largo que hacía de sujetador a sus anchos pantalones.
Me seguí acercando más y más, hasta llegar tan juntito que pude ver bien su cara que estaba inclinada, mientra escarbaba dentro de su bolsa profundísima (según mi tamaño, por supuesto).
De su rostro sólo recuerdo lo que me gustó, su ojos claros y redonditos que estaban muy sonrientes. Me fijé que tenía alrededor arruguitas, de tanto reír, supuse. Su naríz también era redondita, suave a la mirada.
¡Si!- me dije- necesitaría un baño! Pero ese color parejito le quedaba lindo. Ahora, cuando ya soy grande, me doy cuenta que lo que yo tomé como color parejito, era la pátina del tiempo pegada en su persona y sus harapos.
-¡Vení nena, tomá!..- me dijo, extendiéndome su mano y en ella un mendrugo de pan viejo....
-¡Gracias!...le contesté confianzuda como siempre.
Y comí de ese pan, sentada a su lado.
-¡Muy rico! - le comenté entre mordidas. Y el se rió y comenzó a recitar...
Yo no entendía lo que sus versos decían, pero me gustaba su voz y el ritmo que le daba....
- Pasó un rato...terminé mi pan....le dije...Adios!...y así pasó el primer encuentro con mi linyera "Cayorda"
Ese verano del 47 tal vez,si no fue antes, se repitieron nuestros encuentros.
Encuentros que siempre sucedieron sin que mi madre lo supiera, porque de verme comer lo que mi amigo sacaba de su bolsa, y con lo enfermiza que yo era...¡más que un desmayo le hubiese dado!...jaja.
Ah! no todo era comer y escuchar versos. Otras veces me daba moneditas de cobre con las que compraba uno o dos caramelos. Otro secreto más entre él y yo.
Y en las siestas de ese verano, único para mi....no tenía idea que el que compartía esos momentos y me recitaba...era un actor que había trabajado en el circo de los Podestá....Uno de nuestros primerísimos actores de la época.
Quién sabe qué fué que lo hizo elegir ese tipo de vida. Que según mi parecer lo hacía muy feliz.
Quien era lo supe mucho después...
Cayorda era llamado así porque por un problema en la planta de sus pies, o tal vez porque usaba esos zapatos grandes, creía yo, caminaba como si sufriera de callos plantales...por eso Callorda y de allí Cayorda.
Efectivamente su voz y sus poemas tan maravillosos, surgían de la garganta y la memoria de un verdadero artista.
A partir de allí, yo tomé la certeza de que Dios siempre me iba a regalar cosas maravillosas y nunca vividas por otras personas....
...Y asi fue.... seguiremos otro día con el final de Cayorda, mi linyera .
El linyera , llevaba esa vida por elección...su vida no era impuesta como ahora por la desocupación, la enfermedad, el rechazo....No! el linyera había elegido esa vida hasta por filosofía, diría yo.
A corta edad, tendría yo no más de 5 años, cuando él apareció en mi vida.
Estábamos, como en quéllos años se podía y se solía hacer, todos los niños de la cuadra jugando en la vereda,cuando se armó el gran desparramo....
Al grito de :Cayorda, Cayorda...!!!! los niños huyeron despavoridos, cada cual para su casa.
Y allí quedé yo petrificada. No caí en lo que ocurría, cosa que aún me ocurre a menudo. Di vueltas para derecha y para izquierda...y allí....sentado en un humbral, se había acomodado un hombre.
Con pantalón y saco un tanto más grandes de lo que le correspondía a su talla, unos zapatones arrugados por delante que por eso tenían las puntas mirando hacia el cielo. sus manos redonditas como nidos de horneros, tal vez de tanto sujetar su bolsa,pensé yo.
Me fui acercando despacito, como lo hacía cuando tenía miedo o sospechaba que venía un coscorrón de mi madre; y le miré a la cara.
Su rostro estaba coronado por una melena clara, entre blanca y amarilla, llena de lindos nuditos que se la armaba como una corona por donde pasaba la luz. Si, a través de los largos años me doy cuenta que ese era el motivo por el cual su rostro tenía tanta luz a pesar de tanto pelo.
Su barba era muy pero muyyy larga.., se apoyaba en su cintura donde se asomaba un piolín largo que hacía de sujetador a sus anchos pantalones.
Me seguí acercando más y más, hasta llegar tan juntito que pude ver bien su cara que estaba inclinada, mientra escarbaba dentro de su bolsa profundísima (según mi tamaño, por supuesto).
De su rostro sólo recuerdo lo que me gustó, su ojos claros y redonditos que estaban muy sonrientes. Me fijé que tenía alrededor arruguitas, de tanto reír, supuse. Su naríz también era redondita, suave a la mirada.
¡Si!- me dije- necesitaría un baño! Pero ese color parejito le quedaba lindo. Ahora, cuando ya soy grande, me doy cuenta que lo que yo tomé como color parejito, era la pátina del tiempo pegada en su persona y sus harapos.
-¡Vení nena, tomá!..- me dijo, extendiéndome su mano y en ella un mendrugo de pan viejo....
-¡Gracias!...le contesté confianzuda como siempre.
Y comí de ese pan, sentada a su lado.
-¡Muy rico! - le comenté entre mordidas. Y el se rió y comenzó a recitar...
Yo no entendía lo que sus versos decían, pero me gustaba su voz y el ritmo que le daba....
- Pasó un rato...terminé mi pan....le dije...Adios!...y así pasó el primer encuentro con mi linyera "Cayorda"
Ese verano del 47 tal vez,si no fue antes, se repitieron nuestros encuentros.
Encuentros que siempre sucedieron sin que mi madre lo supiera, porque de verme comer lo que mi amigo sacaba de su bolsa, y con lo enfermiza que yo era...¡más que un desmayo le hubiese dado!...jaja.
Ah! no todo era comer y escuchar versos. Otras veces me daba moneditas de cobre con las que compraba uno o dos caramelos. Otro secreto más entre él y yo.
Y en las siestas de ese verano, único para mi....no tenía idea que el que compartía esos momentos y me recitaba...era un actor que había trabajado en el circo de los Podestá....Uno de nuestros primerísimos actores de la época.
Quién sabe qué fué que lo hizo elegir ese tipo de vida. Que según mi parecer lo hacía muy feliz.
Quien era lo supe mucho después...
Cayorda era llamado así porque por un problema en la planta de sus pies, o tal vez porque usaba esos zapatos grandes, creía yo, caminaba como si sufriera de callos plantales...por eso Callorda y de allí Cayorda.
Efectivamente su voz y sus poemas tan maravillosos, surgían de la garganta y la memoria de un verdadero artista.
A partir de allí, yo tomé la certeza de que Dios siempre me iba a regalar cosas maravillosas y nunca vividas por otras personas....
...Y asi fue.... seguiremos otro día con el final de Cayorda, mi linyera .
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